Post Image
Era primero de noviembre. Y el primer invierno: el del abrigo, el primer abrigo de la memoria también. El primer paseo por el cementerio, el primer aprendizaje de la muerte. Qué es morirse. Nos había congregado mi iaia, y dábamos una vuelta por el cementerio, con el recogimiento del frío y el abrigo de un afecto triste. Guardábamos la memoria del luto con la contención del otoño frío. Repetimos el ritual tantos años como vivió mi padre. Con la misma forma de hacer del recuerdo el primer paisaje de lo presente. Anclarnos a lo que fue, convivir con el tamaño exacto del vacío que nos dejan. Y comprenderlo. Repetimos el ritual con el mismo recogimiento –y encogimiento—que acompañaba el silencio del paseo. Y comprendí más tarde, quizás demasiado tarde, que anclarnos a la memoria de quienes recordamos edifica la nostalgia del futuro. El primero de noviembre era para el primer abrigo. El primer invierno. Con más frío, con más silencio. Con el mismo indicio exacto de querer entender que el duelo es comprender el tamaño del vacío y aprender a caminar con él. Somos porque fueron. Era, es, primero de noviembre. Y volvemos con esperanza y memoria: el primer abrigo para todo invierno.
Twitter

Facebook