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La vida siempre tiene a mano un nuevo comienzo. Al menos si el gris todavía pinta el error del trazo que es el cielo a punto de desvelarnos. En ese gris está el ánimo de encender los colores, de no renunciar a los matices con que el atardecer se acomoda en el alféizar de las ventanas y son las ciudades los laberintos para nuestras respuestas. Se trata de encontrar rápido la salida que ofrece la salvación de las palabras que alguna vez nos dieron sentido. Con ese propósito persevero en la tentación de dejarme fascinar, de conmoverme con el estrépito que la vida nos tiene preparado o la ensoñación que, a pesar de la tristeza, supone el aprendizaje sobre el entusiasmo. Hay ya demasiadas historias tristes y alguna vez nuestra vida lo fue también: una carrera delante de la melancolía para que la tristeza nunca nos alcanzara y se quedara a dormir como la noche de las ciudades en nuestro jergón lleno de vacíos.

Es esa vida atenta, disciplinada y fascinante la que me invita a buscar un rincón donde evadirme con las palabras que las teclas dejan fluir en la página en blanco. Escribir, si acaso, en la misma clandestinidad del primer amor, del estrépito nunca desvelado o con las ganas de abrir una grieta de luz en las sombras que son capaces, aún, de amenazarnos. En esa carrera siempre delante de la tristeza, con ese desdén de la melancolía, desde el tránsito entre la nostalgia y la esperanza, hace unos meses terminé ‘Geometría del hechizo’, el primer poemario completo en castellano. Entendiendo por completo la geografía de la desnudez que supone el abismo de encontrarnos, el tránsito por la nostalgia que busca la siguiente fascinación de cada comienzo. Completo es haberse dejado en las páginas jirones de las sombras, haber buscado respuestas en las dudas, repletas de belleza, de los versos asomados a la ventana de una ciudad en su atardecer.

‘Geometría del hechizo’ se terminó de escribir en julio, en una etapa personal de tránsito también, y desde la perspectiva vital de un apasionado redimido capaz de volver a encontrar la corazonada de otro estrépito de amor y dudas. Al terminarlo, no dudé en remitirlo a la Editorial Vitruvio, esperando, como tantas otras veces, la cordial carta de rechazo con que se desechan los manuscritos o se desdeñan los borradores, aún, de poemarios. Tantas veces así: la costumbre de la derrota. Aprendernos derrotados hace que las pequeñas victorias se asemejen a una épica del latido. Pablo, el editor de Vitruvio, me contestó con una carta emotiva que el poemario tenía el potencial suficiente como para incluirse en su colección ‘Baños del Carmen’. Firmamos el contrato. Y hasta hoy, que el invierno me sorprende desnudando otro invierno, el de las páginas, mientras corrijo las galeradas ya maquetadas. ‘Geometría del hechizo’ se publica en unas semanas. Y es mi propósito de hechizo sobre el espejismo de la vida, mi tránsito entre la nostalgia y la esperanza, otro invierno que ardió conmigo.

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