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Me asombra el principio de contradicción que criticaba el bloqueo para formar gobierno y que solo una semana después critica que pueda haberlo. Nos sobra capacidad dialéctica, tecla e impaciencia. Y nos falta sosiego y algún principio elemental: entender, por ejemplo, que la discrepancia no es precisamente quebrar el principio de contradicción, y que es desde el disenso desde donde nace el consenso. Puede ser que todo no nos una, pero nos sintamos vinculados en las cuestiones fundamentales.

Y España está llena de cuestiones fundamentales. Económicas, y de modelo social: la más profunda, reparar la grieta de desigualdad que los años de crisis han cronificado, donde la concentración de riqueza es más desigual y la pobreza sigue demasiado extendida. Y territoriales. Quizás estas últimas explican, en parte, que en el mapa parlamentario haya 52 diputados capaces de quebrar las cuestiones fundamentales y hasta la arquitectura constitucional. Esa es la novedad que justifica el acuerdo. Con el reto de que la acción de la mayoría de izquierdas no sea de reacción, porque suficiente de reaccionario tiene su efectista golpe en la mesa. El reto es, sobre esas cuestiones y frente a la ultraderecha, una mayoría de consenso en lo fundamental y de acuerdos en lo concreto que retuerza el camino hacia la respuesta populista. No una reacción en contra, sino una propuesta a favor de este país, y de sus gentes. Que a España la sabemos querer también quienes no entendemos la exhibición impúdica de un arquetipo de tópicos que no se corresponden con lo plurales y diversos que somos, y lo unidos que, aún así, podemos estar sobre lo que nos enorgullece.

Y ese deber, ni que sea moral, ya justifica todos los acuerdos del mundo, por encima incluso del ‘ya podían haberlo hecho antes’. Para gobernar un país nunca es demasiado tarde, a no ser que lo gobiernen quienes quieren que votemos por última vez. Así que yo sí estoy contento con una mayoría de izquierdas, porque en muchos ayuntamientos y comunidades hemos demostrado que es posible y que, además, remamos mejor con un Gobierno de España sensible a las políticas que todos los días prestamos, muchas de las veces sin la financiación para poder hacerlo. Así que sí: echo en falta más sosiego, más reposo en las opiniones y más debate sobre lo fundamental. Solo por eso merece la pena levantarse con una mayoría que acuerda. Y acabar con tanto grito y titular superfluo.

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